Al
retomar los paseos matutinos que tanto bien me hacen, abandonados durante el
invierno por el miedo al frío y a las inclemencias del tiempo, he vuelto a
sentir el bienestar que el inicio del
día aporta al espíritu de los que a esas horas andamos sin prisa, ajenos ya a
las obligaciones que en otro tiempo nos hicieron renegar de la obligación de
madrugar.
Quizás sea en las primeras horas del día el mejor momento para disfrutar del esplendor del verano, respetando, por supuesto, la belleza de las noches de estrellas y lejos de la censura del calor del mediodía, es por la mañana temprano cuando la vida y el color del estío se abren generosos ante nuestros ojos.
Quizás sea en las primeras horas del día el mejor momento para disfrutar del esplendor del verano, respetando, por supuesto, la belleza de las noches de estrellas y lejos de la censura del calor del mediodía, es por la mañana temprano cuando la vida y el color del estío se abren generosos ante nuestros ojos.
Esta
mañana, después de muchos meses sin verla, me he encontrado con Doña Urraca, su
elegante figura y su gracioso vuelo, me han servido de inspiración para retomar
el gusto por escribir. Y no es muy digna que digamos, tiene malos hábitos esta
pájara: roba nidos ajenos, se come los huevos de otras especies, se lleva y
esconde todo lo que brilla acumulando tesoros en lugares secretos... Pero es tan
fina, con su pecho blanco, su cabeza y su espalda negras, su pico parlanchín, y
esos colores irisados verdes y azules que adornan sus alas y su larga cola como
si vistiera de ceremonia a todas horas. Es guapa Doña Urraca, a pesar de que la
odien los cazadores porque se come las perdices (no sé de qué se extrañan si es
lo mismo que hacen ellos); de que en algunos lugares la consideren precursora de
la muerte, como si cualquier cosa no fuera
precursora de la muerte, que se presenta cuando y como quiere, haya
venido la urraca, el gato negro o el lagarto, lagarto; y de que, como otros
miembros de su familia genérica, haya sido compañera de brujas y hechiceros. Dicen
que tiene un cerebro adelantado al de las demás aves, que es inteligente, que
se reconoce en los espejos y que con
entrenamiento sería capaz de reproducir la voz humana.
Con
semejante biografía no me extraña que haya suscitado mi inspiración mi amiga la urraca esta mañana, incluso por instantes
he admirado su figura y su genio, pero a pesar de su elegancia, su inteligencia
y sus modales, no hubiera yo votado por ella, y eso que la habilidad para robar
tesoros y esconderlos donde nadie los encuentra está muy cotizada hoy en día.
¿O no?
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