UVE DE VERANO
Entre el 20 y el 21 de junio de cada año los rayos del sol
caen en vertical al mediodía sobre la
línea imaginaria del Trópico de Cáncer, es así como el hemisferio norte de la
tierra entra en el solsticio de verano.
En este día el sol se encuentra en el punto más alto, iluminando las
regiones septentrionales durante más horas que en ningún otro día, es por esa
razón que el 21 de junio es el día
más largo del año y, por consiguiente,
su noche la más corta. Así es y así habrá sido desde siempre, o al menos
desde el siempre de nuestra era geológica.
Una vez repetida la lección de Ciencias de la Tierra, para un aprobado raspadillo nada más, y por
respeto al día de la fecha, toca salir del colegio y hablar del verano, lo que
se dice verano, el verano de las cosechas, de las frutas, del calor, de la
siesta, de las moscas, de las vacaciones
y sobre todo el verano de la infancia.
Hubo un tiempo en que el curso escolar finalizaba el
día 21 de junio, ese era el día en que
se entregaban las notas, o lo que es lo mismo, el día en el que los resultados de todo el año se resumían en
un boletín de cartulina mala, lleno de anotaciones sellos y firmas que había
que presentar a los padres. Ningún día como aquel podría ser más perturbador para
los niños, los cumplidores temían alguna sorpresa de última hora y los otros, los habituales del fracaso se
enfrentaban a la hora de la verdad, ya no había salvación, la suerte estaba
echada.
Y a pesar de todo
era un gran día: un verano por delante, tres meses sin ir al colegio nada
menos, tanto los que podían veranear como los que no, se enfrentaban a las
vacaciones con las expectativas de aventuras y diversiones de toda índole, y si
había que ir a la academia para preparar los exámenes de septiembre, se iba,
allí habría compañeros de la misma cuerda que compartirían buenos ratos en la
libertad de la calle. Dulce verano el de los niños, cines al aire libre, baños en
aguas de mar, de ríos o de piscinas, saltos de trampolín, mira lo que hago,
vamos todos a la vez de bomba para mojar el pelo de las madres, gritos, risas,
excursiones, las niñas, los niños, los
visitantes, los primos de fuera, la feria, el mundo entero se quedaba chico:
era verano.
En todas las culturas se
ha celebrado el solsticio de verano desde que el mundo es mundo, ofrendas
y ritos para dar la bienvenida al tiempo de la abundancia, el santoral
cristiano ha adaptado las fiestas paganas a su interés y le ha adjudicado al día de
San Juan el protocolo de recepción del estío, la noche de San Juan con
juegos de fuego y agua es la heredera de los rituales de nuestros ancestros.
El Santoral dedica el día 21 de junio a San Luis Gonzaga, ajustando el calendario a las fiestas, este día debía de celebrarse la fiesta del verano, pero se ha dejado quitar el sitio por el día 24, no se sabe por qué, será porque el Día De San Juan se ha adelantado y ha sido el primero en colgar de un cordel de esquina a esquina un cartel con banderas de papel verdes, rojas y amarillas.
El Santoral dedica el día 21 de junio a San Luis Gonzaga, ajustando el calendario a las fiestas, este día debía de celebrarse la fiesta del verano, pero se ha dejado quitar el sitio por el día 24, no se sabe por qué, será porque el Día De San Juan se ha adelantado y ha sido el primero en colgar de un cordel de esquina a esquina un cartel con banderas de papel verdes, rojas y amarillas.
Escribo este cuento para dedicárselo a mi amigo
LLuis Martorell en el día de su santo.
Granada, 21 de junio de 2016
Coco Vida.
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