jueves, 30 de junio de 2016

DOÑA URRACA

Fotografia obtenida de la Página Totateanimalele.ro


DOÑA URRACA

Al retomar los paseos matutinos que tanto bien me hacen, abandonados durante el invierno por el miedo al frío y a las inclemencias del tiempo, he vuelto a sentir el bienestar que el  inicio del día aporta al espíritu de los que a esas horas andamos sin prisa, ajenos ya a las obligaciones que en otro tiempo nos hicieron renegar de la obligación de madrugar.  

Quizás sea en las primeras horas del día el mejor momento para disfrutar del esplendor del verano, respetando, por supuesto, la belleza de las noches de estrellas y  lejos de la censura del calor del mediodía, es por la mañana temprano cuando la vida y el color del estío se abren generosos ante nuestros ojos.


Esta mañana, después de muchos meses sin verla, me he encontrado con Doña Urraca, su elegante figura y su gracioso vuelo, me han servido de inspiración para retomar el gusto por escribir. Y no es muy digna que digamos, tiene malos hábitos esta pájara: roba nidos ajenos, se come los huevos de otras especies, se lleva y esconde todo lo que brilla acumulando tesoros en lugares secretos... Pero es tan fina, con su pecho blanco, su cabeza y su espalda negras, su pico parlanchín, y esos colores irisados verdes y azules que adornan sus alas y su larga cola como si vistiera de ceremonia a todas horas. Es guapa Doña Urraca, a pesar de que la odien los cazadores porque se come las perdices (no sé de qué se extrañan si es lo mismo que hacen ellos); de que en algunos lugares la consideren precursora de la muerte, como si cualquier cosa no fuera  precursora de la muerte, que se presenta cuando y como quiere, haya venido la urraca, el gato negro o el lagarto, lagarto; y de que, como otros miembros de su familia genérica, haya sido compañera de brujas y hechiceros. Dicen que tiene un cerebro adelantado al de las demás aves, que es inteligente, que se reconoce en los espejos y que  con entrenamiento sería capaz de reproducir la voz humana.

Con semejante biografía no me extraña que haya suscitado mi inspiración mi amiga  la urraca esta mañana, incluso por instantes he admirado su figura y su genio, pero a pesar de su elegancia, su inteligencia y sus modales, no hubiera yo votado por ella, y eso que la habilidad para robar tesoros y esconderlos donde nadie los encuentra está muy cotizada hoy en día. ¿O no?

martes, 21 de junio de 2016

UVE DE VERANO

UVE DE VERANO

Entre el 20 y el 21 de junio de cada año los rayos del sol caen en vertical al mediodía  sobre la línea imaginaria del Trópico de Cáncer, es así como el hemisferio norte de la tierra entra en el solsticio de verano.  En este día el sol se encuentra en el punto más alto, iluminando las regiones septentrionales durante más horas que en ningún otro día, es por esa razón que el 21 de junio es el día más largo del año y, por consiguiente,  su noche la más corta. Así es y así habrá sido desde siempre, o al menos desde el siempre de nuestra era geológica.
Una vez repetida la lección de Ciencias de la Tierra,  para un aprobado raspadillo nada más, y por respeto al día de la fecha, toca salir del colegio y hablar del verano, lo que se dice verano, el verano de las cosechas, de las frutas, del calor, de la siesta, de las moscas,  de las vacaciones y sobre todo el verano de la infancia.
Hubo un tiempo en que el curso escolar finalizaba el día  21 de junio, ese era el día en que se entregaban las notas, o lo que es lo mismo, el día en el que  los resultados de todo el año se resumían en un boletín de cartulina mala, lleno de anotaciones sellos y firmas que había que presentar a los padres. Ningún día como aquel podría ser más perturbador para los niños, los cumplidores temían alguna sorpresa de última hora  y los otros, los habituales del fracaso se enfrentaban a la hora de la verdad, ya no había salvación, la suerte estaba echada.
 Y a pesar de todo era un gran día: un verano por delante, tres meses sin ir al colegio nada menos, tanto los que podían veranear como los que no, se enfrentaban a las vacaciones con las expectativas de aventuras y diversiones de toda índole, y si había que ir a la academia para preparar los exámenes de septiembre, se iba, allí habría compañeros de la misma cuerda que compartirían buenos ratos en la libertad de la calle. Dulce verano el de los niños, cines al aire libre, baños en aguas de mar, de ríos o de piscinas, saltos de trampolín, mira lo que hago, vamos todos a la vez de bomba para mojar el pelo de las madres, gritos, risas, excursiones,  las niñas, los niños, los visitantes, los primos de fuera, la feria, el mundo entero se quedaba chico: era verano.
En todas las culturas se  ha celebrado el solsticio de verano desde que el mundo es mundo, ofrendas y ritos para dar la bienvenida al tiempo de la abundancia, el santoral cristiano ha adaptado las fiestas paganas a su interés y le ha adjudicado  al día de  San Juan el protocolo de recepción del estío, la noche de San Juan con juegos de fuego y agua es la heredera de los rituales de nuestros ancestros.

El Santoral dedica el día 21 de junio a San Luis Gonzaga, ajustando el calendario a las fiestas, este día debía de celebrarse la fiesta del verano, pero se ha dejado quitar el sitio por el día 24, no se sabe por qué, será porque el Día De San Juan se ha adelantado y ha sido el primero en colgar de un  cordel de esquina a esquina un cartel con banderas de papel verdes, rojas y amarillas.

Escribo este cuento para dedicárselo a mi amigo LLuis Martorell en el día de su santo.
Granada, 21 de junio de 2016


Coco Vida.

domingo, 12 de junio de 2016

MIRAR PARA VER



MIRAR PARA VER

Su madre consideró que ya era suficientemente mayor como para salir solo del barrio y hacer algunos recados. Confió en él porque a sus trece años ya había demostrado que era un niño responsable y serio. Le dio un sobre con dinero, un sinfín de recomendaciones y algo suelto para el billete del autobús y lo mandó a pagar el recibo del teléfono. Y allá que se fue el niño contento y sin saber que a partir de aquella mañana lluviosa su infancia se iría quedando atrás, sin prisa pero sin pausa, hasta convertirse en recuerdo junto a la placeta, la pelota, las canicas y los niños del barrio.

La lluvia de la mañana se volvió diluvio y al salir de la oficina el muchacho corrió hacía la parada del autobús para subirse en el primero que pasara, sin darse cuenta de que estaba eligiendo la misma parada en la que se había bajado, con lo cual tomó la dirección contraria a su casa. Podría haberse bajado en la parada siguiente para rectificar su rumbo, pero llovía tanto que pensó que era mejor seguir en el autobús hasta que diera la vuelta, total era temprano y él no tenía nada que hacer. No contaba con los inconvenientes de la conjunción de la hora punta, la lluvia torrencial y el centro de la ciudad: Como era de esperar a la altura de la Gran Vía, el atasco era fenomenal, una fila de coches y autobuses, de principio a fin de la calle, avanzaba de tres en tres metros y entre un avance y el siguiente paraba diez minutos o más. El muchacho se dio cuenta de que iba a tardar bastante en llegar a su casa, pero tenía la esperanza de que su madre se enteraría por la radio del estado del tráfico y no se preocuparía por su tardanza. Dejó de preocuparse él y se puso a mirar por la ventanilla del autobús, descubriendo que en las fachadas de las casas de aquella hermosa calle había todo un mundo de curiosidades que le incitaban a investigar todos y cada uno de los elementos con los que los arquitectos de principios del siglo XX habían adornado aquellos edificios.

Hasta ese momento él había paseado por la calle acompañado de su madre ajeno por completo a la cantidad de edificios hermosos con que cuenta la ciudad, nada extraño en un niño teniendo en cuenta que muchos adultos pasan así toda su vida, pero afortunadamente su sensibilidad y su curiosidad se activaron y pusieron en marcha unos ojos y una memoria prodigiosos, capaces de encontrar y retener todo el arte que encontraban a su paso.

Después de un viaje en autobús por el camino más largo, el niño que se había subido huyendo del chaparrón llegó a su destino, tarde, pero con una nueva inquietud que sería su firme vocación con los años, y a base de mucha voluntad y mucho trabajo lo convertirían en el hombre culto y sabio que es ahora, historiador, curator, productor cultural y “sobre todo curioso”, según sus propias palabras. Aunque José Vallejo Prieto es mucho más: es el amigo generoso, es el maestro que enseña a mirar a los que no hemos sabido ver teniendo ojos, es el hombre que ayuda a comprender la historia del arte, y, sobre todo, es el investigador que transmite a los demás la dimensión de todas las cosas hermosas que engrandecen el espíritu.

A mi amigo José Vallejo, con mi agradecimiento y admiración, esperando que sepa disculpar el cuento que le he echado al cuento.






Escribí este cuento para hacer un regalo sorpresa a mi amigo Jose Vallejo, partiendo de algunos detalles de su biografía que él mismo me había contado, cometí un pequeño fallo, confundí la calle Almona de San Juan de Dios con la Almona del Campillo, con lo cual le he hecho viajar en el autobús equivocado, en lugar de en el Ocho lo he subido al Once, pero como le esencia de la historia no varía se va a quedar así, a no ser que José se canse de ir para allá, cuando debía de venir para acá.

sábado, 4 de junio de 2016

OLOR A CHAMUSQUINA

Esos que ponen la mano en el fuego por sus amiguitos, un día se van a encontrar con un grajo en el nido. 
Y que no vengan con la presunción de inocencia ni ocho cuartos, que cuando se trata de dinero público, permitir que funcione un procedimiento que se salte la fiscalización previa y la intervención de pagos, tanto si es por desconocimiento como si es por conocimiento y, aunque no haya enriquecimiento propio,es prevaricación sí o sí. Y que además a ocho o diez mil euros al mes, lo menos que se puede hacer es enterarse de lo que pasa alrededor. Así que, repito, a los de la mano en el fuego que sepan que los delata el olor a chamusquina.

miércoles, 1 de junio de 2016

DE FOGONES Y TRADICIONES




Fotografia obtenida de Youtube


LOS FOGONES TRADICIONALES


El  Canal Cocina emite un programa llamado Los Fogones Tradicionales, que intenta  difundir las tradiciones gastronómicas  rurales  de esta España mía, de esta España nuestra, consiguiendo elevar  a documento antropológico un programa de cocina que deja bien patente  la relación de la economía histórica con la forma de alimentarse cada pueblo, mostrando  la mayoría de las veces la miseria de un país muerto y enterrado junto a los años más  negros  del siglo pasado.

Para grabar estos programas el equipo de rodaje se desplaza a  los pueblos más remotos donde se  monta el tinglado oportuno para reproducir  en el terreno  las costumbres culinarias de los antepasados de la región, usando los fogones de leña  de las chimeneas ( de ahí el título) y los utensilios de otros tiempos para cocinar  platos y recetas con ingredientes autóctonos, al uso y estilo de cada pueblo.


En este punto es preciso hacer una aclaración: La censura familiar pretende prohibir este programa en todo el territorio del cuarto de estar, por considerarlo  elemento de apología del Puertourraquismo en sí mismo. Por esa razón y porque no hay más televisores en la casa,  hay que verlo a escondidas y en solitario, con la consiguiente frustración de la espectadora que se tiene que guardar los comentarios para sí, y que la llevan a escribir a modo de desahogo esta crónica o crítica o como se quiera catalogar.

Se supone que para protagonizar cada uno de los capítulos de esta serie , el realizador localiza las asociaciones de mujeres de los pueblos, que nada tienen que ver con los pueblos de antes, y ellas se convierten en protagonistas y eligen las recetas de sus tradiciones, así como los escenarios en los que van a ser elaboradas paso a paso, tal como ellas recuerdan que las hacían sus madres o sus abuelas. Arregladas con sus mejores galas, incluyendo coquetos delantales y recién salidas de la peluquería, cocinan delante de la cámara, indicando cómo se preparan  los  ingredientes que usan en  sus recetas,  sin escatimar explicaciones y detalles, después llega la hora de cocinarlos en el fuego de leña que hay en la chimenea y,  con torpeza por la falta de costumbre, se pelean con las estrebedes agachadas de forma indecorosa o sentadas en sillas bajas que no les permiten ni cerrar las piernas, quemándose con el calor de la candela y manejando utensilios rudimentarios con torpeza,  al final muestran orgullosas el plato, que en la mayoría de las ocasiones suelen ser sencillos y vulgares y sin más interés que el que les otorga  la tradición y el cariño con que estas mujeres los hacen. Por eso aquella mujer de una comarca remota del sudeste interior de la península, bastante mayor, o así lo parecía, después de  hacer una gran fuente de  Gurullos con Conejo de aspecto inmejorable, con los gurullos amasados a  mano uno por uno, le tocó hacer una sartenada de Migas de Harina encorvada sobre el fuego, quería dejar patente que en verano en aquellas tierras no se hacían migas, que eran comidas de invierno cuando no se sudaba al acercarse a la lumbre, disculpándose por las gotas que le cubrían la cara roja; levantó la sartén con mucho trabajo y la puso sobre la mesa y despidió el programa recomendando a los espectadores que hicieran las migas como las había hecho ella, que eran muy ricas.


La sintonía de despedida del programa comienza en tono muy bajo y como ruido de fondo se oye la  voz de la mujer que dice: “¡Menúo coñazo!”, el director no ha ordenado que se suprima, él sabe perfectamente que esa exclamación es lo más auténtico de todo  el capítulo.