sábado, 24 de febrero de 2018

CUENTOS DE LA PERRA GORDA



YO HE VENIDO AQUÍ A HABLAR DE MI LIBRO

En alguna ocasión he tirado el hueso del dátil que me estaba comiendo al arriate que hay bajo las tapias del patio, donde está sembrada la yedra, el paciente cuidador de las plantas me ha regañado porque el hueso ha cumplido su misión y se ha convertido en palmerilla, aunque la haya arrancado no deja de ser verdad que yo he plantado un árbol. Como quiera que en su momento ya tuve dos hijos Nono y Mar del Mar, que fueron mis niños preciosos y hoy son hombre y mujer de provecho, ya solo me faltaba para cumplir mi ciclo escribir un libro, y a lo tonto a lo tonto, me he ido poniendo y al final han salido mis Cuentos de la Perra Gorda.

Pero no lo he hecho sola, tengo mucho que agradecer a la editorial de la Fundación Huerta de san Antonio , a mi hermano Juan Vida, que lo ha materializado y diseñado, a Miguel Angel Barrera Maturana, que si él no llega a supervisar y organizar el contenido yo no hubiera dado pie con bola, a Pablo Alcázar López, que no solo lo ha corregido, sino que me ha enseñado cuanta gramática se ahora, a Jesús García Latorree, que me hizo esa foto tan buena, que no parezco ni yo; a la imprenta Del Arco de Ricardo Calvente Chacón y ,cómo no, a Ramón Repiso, que ha escrito un prólogo que mucho me temo que será lo mejor del libro, Entre el Gozo y la Pena, lo ha titulado, cuando lo leáis me daréis la razón.

A todos ellos, muchas gracias y a vosotros espero veros en la presentación que será en el Cuarto Real el día 9 de marzo por la tarde, ya pondré por aquí el evento en el que se informará de la hora.

Ahí tenéis una foto que ha hecho A. González del primer ejemplar.




martes, 20 de febrero de 2018

SERVICIOS PÚBLICOS, SERVICIOS PAGADOS


Que no haya que pagar la factura por los servicios prestados  al salir del hospital, no quiere decir que la sanidad pública sea gratis, eso tiene que quedar bien claro.
La sanidad pública la pagamos todos a través de los impuestos, que en este país paga todo el mundo, por eso es pública. Está organizada la cosa de manera que, se quiera o no se quiera, se tenga o no se tenga, uno paga. Aunque solo se coma pan y agua y de noche se ilumine con una bombilla de de bajo consumo, ya se está pagando.   Porque el Impuesto del Valor Añadido, nuestro querido IVA, es como Dios, está en todas partes, cualquier cosa que se consuma  lleva esa carga del demonio a cuestas, y de él nadie se escapa, como de la muerte. Además del IVA  existe una  amplia gama de impuestos con la que los españoles mantienen al estado, destacando entre todos ellos el Impuesto de Rendimiento de las Personas Físicas, el IRPF tan popular entre las sufridas clases medias asalariadas, que manda cojones el nombrecito del impuesto, viene a decir más o menos, que hay que pagar por rendir, que no sabe uno qué es mejor si rendir o no rendir, total,  para mantener diecisiete estados chicos y un estado grande, con sus parlamentarios, ministros, consejeros, vice-consejeros, directores generales y etcétera de más….  Unos cuantos miles de cargos públicos cada uno cobrando y recortando, legislando y administrando, cada uno a sus bola, creando diferencias entre unos españoles y otros, que en lo único que están igualados es en pagar, pagar y pagar.
Estas cosas pienso estos días en la silla de una habitación de hospital donde cumplo turno de compañía a un familiar enfermo, y observo el funcionamiento de una sanidad  pública, de la que lo único que se salva es la profesionalidad y el buen hacer del personal sanitario, de mantenimiento y administrativo, porque lo que es el de los gestores y organizadores , ese , aún a riesgo de que me caiga el cielo sobre la cabeza, tengo que decir que es una mierda, pero una mierda del tamaño del hospital, a más grande el hospital, más grande la mierda.
Y no es nuevo el asunto, llevan muchos años, más de treinta, deteriorando el servicio público, o sea, haciéndolo mal, unos por incapacidad,  otros porque se lo llevan crudo y todos para favorecer el negocio de la sanidad privada, no engañan a nadie: “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”.
Muchas horas en una silla de hospital, vigilando a un enfermo grave,  dan para mucho; pensaba yo, por ejemplo como, poco a poco, se han ido relajando las estrictas normas de control de visitas, hasta que a fuerza de uso se ha convertido en habitual algo que hubiera sido impensable hace unos años. Aquella higiénica norma del horario de 16 a 20 horas y solamente dos personas en la habitación y nada de un acompañante por la noche, para eso había personal suficiente que vigilaba el sueño de los enfermos.  Usando la debilidad afectiva del momento familiar  se carga sobre ellos la responsabilidad de cuidar al enfermo, sin preparación, sin habilidad y en muchos casos sin fuerzas, solo con la voluntad del cariño. Lo que debería ser un acompañamiento familiar, se ha convertido en la sustitución del servicio auxiliar: Un buen ahorro de puestos de trabajo a costa de los familiares, no importa  que no sepan cómo manejar un cuerpo enfermo, que ellos estén enfermos también, que sean muy jóvenes o muy viejos, que tengan que ir a trabajar o que la persona no tenga familiares: el gestor de turno se pone la medalla del ahorro, que siempre es  a base de reducción de personal, con el coste social que eso trae a corto, medio y largo plazo, y no hace falta ni decir el perjuicio para el usuario, que al final somos o lo seremos todos.
Por eso es bueno recordar que los servicios públicos, son públicos, pero no gratis, que están más que bien pagados, y que ese dinero que todos pagamos lo administran unos pocos que, está claro que no lo están haciendo muy bien, así que tomando nota, que ya mismo hay elecciones.

domingo, 11 de febrero de 2018

Sexto aniversario

Hoy cumple seis años la Ley de la Reforma Laboral, el resultado ya se conoce, empobrecimiento de trabajadores, enriquecimiento de empresarios, déficit de la Seguridad Social (no se les había ocurrido que a sueldos inferiores, cuotas inferiores, oiga usstedd); condiciones de trabajo a nivel siglo XIX, depresión laboral colectiva, inseguridad en el empleo, sindicatos fuera de juego, jornadas de doce horas, guardias de 24; empresas que se permiten el lujo de amenazar con irse a otro país cerrando las fábricas nacionales, indefensión del país que no cuenta con un gobierno protector que les diga llévate tu fábrica a donde te quepa, que verás cuando te boicotee tus coches y al que tenga cojones de comprar un Opel Corsa se le caiga el pelo a impuestos y dificultades, si no es que prohibo su circulación en todo el territorio nacional: ¡so cabrón!.
Así es: seis añitos tiene ya la reformita, y no les da vergüenza presumir de ella, mire ussteddd, ellos han cumplido, ahí están tan orgullosos de los empleos-exclavitud que se han creado. Maldita sea su estampa veinte millones de veces.

viernes, 2 de febrero de 2018

¡QUÉ SE NOS VAN!

¡QUÉ SE NOS VAN!

Los rayos de sol pasaban entre las hojas del nogal y formaban pequeños lunares de luz. Un gato pequeño jugaba a pillar las luces que se movían por la placeta de piedra, cuando la brisa de la mañana mecía las ramas. La gata dormía con un ojo mientras que con el otro vigilaba a su cachorro, cuando se cansó de verlo  perder el tiempo persiguiendo la nada, se levantó despacio, se estiró y desapareció entre los arbustos del jardín. Volvió con una lagartija en la boca que depositó en el suelo mientras la sujetaba con una de sus patas delanteras, con la otra, de un zarpazo,  le arrancó la cola.

 El gatito se acercó a mirar con curiosidad y cuando estuvo suficientemente cerca la madre soltó a la lagartija para que su hijo la cazara él solo. Misión fallida, la lagartija intentó huir, sin cola y conmocionada fue fácil para la gata madre impedir que escapara, y mientras la sujetaba de nuevo con su garra, con la otra pegaba un suave manotazo al gatito, a modo de maternal regañera. Esta misma escena se repitió algunas veces más,  y cada vez que el pequeño fallaba, la madre le daba su tortazo. Muerte cruel para la lagartija, pero eficaz método de educación para el gatito.

Una buena madre la gata de tres colores, cumpliendo el papel que le ha tocado enseña a su hijo a buscarse el sustento necesario para vivir, ella se busca el suyo y no piensa en nada más, no se preocupa demasiado porque no sabe que un día será vieja y perderá la agilidad y la fuerza que le sirven para cazar y morirá sola.

Los hombres, como los animales,  han enseñado a sus hijos a buscarse la vida desde que el tiempo es tiempo, pero a diferencia de estos, han organizado a su vez la convivencia futura utilizando diversas fórmulas,  según los tiempos y lugares, pero siempre aplicando la inteligencia que poseen, para obtener el amparo necesario en la vejez y la protección en  los tiempos de infortunio.

Hoy nos sirve este relato amable de gatos y lagartijas para reflexionar sobre el rumbo que ha tomado este país, al que sus propios gobernantes han declarado la guerra, traicionando la confianza que les dieron en las urnas, y que no han tenido reparos en pasarse al bando enemigo, sacrificando bienes y derechos de sus paisanos  para saciar la avaricia cruel de unos pocos, que a sí mismos se han hecho llamar Mercados Financieros.

A partir de finales del siglo XIX, según se iba modificando la estructura de la sociedad, se fue creando paso a paso, el sistema de protección social que en este país hemos conocido, con el que se han sentido seguras varias generaciones, las mismas que con su esfuerzo lo han mantenido.

Así ha sido hasta que un torbellino de ambiciones desorbitadas, un vendaval de avaricia y sin razón ha dominado a los gobernantes, que han decidido abolir los derechos sociales conseguidos, sin cortarse en poner al servicio  de los poderes financieros internacionales el dinero, la seguridad y el futuro de la gente, sometiendo a su beneficio, la dignidad y la vida de las personas de este país.

Las consecuencias ya están aquí, prácticamente a dos generaciones de españoles se les está privando del derecho a un trabajo digno, la juventud mejor educada de la historia se ve obligada a emigrar, la ceguera suicida de los gobernantes  no les permite darse cuenta que esos jóvenes que se van , ya no van a volver a un país empobrecido o competitivo, como a ellos les gusta llamarlo, y que con los sueldos que ellos han rebajado para contentar a la patronal, ni se va a poder comprar nada, ni se va a poder mantener los servicios esenciales ni, por supuesto, se va a poder proteger a los ancianos y curar a los  enfermos.

Pero los que tenemos conciencia de lo que está pasando no podemos dejar de contarlo a los que no la tienen por comodidad o por ignorancia, es nuestro deber,  por nuestros hijos, hermanos, amigos, y  por todos aquellos que han sido condenados a la desesperanza del paro, la emigración y la pobreza, no olvidemos quienes han sido los culpables. Tienen nombres y apellidos, imposible olvidar algunos, como Legarde, De Guindos, Rato, Dragui, Yellen, Schäuble, Strauss-Khan, Botin, Báñez,González… Pero hay muchos responsables más, cada uno que vaya recordando, es fácil rebuscar en las hemerotecas o ejercitar la memoria para encontrar ministros de trabajo, de economía, empresarios, presidentes de multinacionales y de entidades financieras,  que no han dudado en inventar los unos, y aplicar los otros, políticas agresivas contra los derechos de los trabajadores y las clases medias, destruyendo el estado del bienestar y la tranquilidad de las personas, robando descaradamente el dinero de los ahorradores y terminando por llevar al mundo en general, y a este país en particular, a la mayor crisis económica de su historia, crisis oportuna para enriquecer aún más a los mismos que la han provocado.

 Ahora en un mundo peor, con las empresas abusando de los trabajadores, gracias a una reforma laboral que solo a ellas favorece, con el sindicalismo en sus horas más bajas, con una clase media acosada por los bancos que no dudan en desahuciar a quienes lo han perdido todo, re-victimizados  por la situación,  despedidos, engañados, sin esperanza y sin futuro, estamos viendo como nuestra gente joven se ve obligada a emigrar, salir de sus casas para ir a donde poder trabajar en lo que sea.Se llevan su preparación inmejorable y serán otros países los que se beneficien de lo que aquí hemos costeado, y eso solo los que tengan mucha suerte, porque la mayoría verán como se desperdicia su esfuerzo y el del país, sirviendo cervezas, despachando perritos calientes, cuidando niños o barriendo calles. 

Esperemos que, por muy aletargada que esté la sociedad, más tarde o más temprano reaccione, pero entonces va a ser tarde, nos  faltará mucha gente buena en este pueblo para salir adelante.

 Góngora quiso advertir a los jóvenes, recomendándoles que disfrutaran de la vida, que es muy corta: “¡Qué se nos va la Pascua!”, les dejó escrito. Hoy el sentido de la advertencia sería distinto:

¡Qué se nos van los mozos, España!
¡Qué se nos van los mozos!