Fotografia obtenida de Youtube
LOS FOGONES TRADICIONALES
El Canal Cocina emite un programa llamado Los Fogones Tradicionales, que intenta difundir las tradiciones gastronómicas rurales de esta España mía, de esta España nuestra, consiguiendo elevar a documento antropológico un programa de cocina que deja bien patente la relación de la economía histórica con la forma de alimentarse cada pueblo, mostrando la mayoría de las veces la miseria de un país muerto y enterrado junto a los años más negros del siglo pasado.
Para grabar estos programas el equipo de rodaje se desplaza a los pueblos más remotos donde se monta el tinglado oportuno para reproducir en el terreno las costumbres culinarias de los antepasados de la región, usando los fogones de leña de las chimeneas ( de ahí el título) y los utensilios de otros tiempos para cocinar platos y recetas con ingredientes autóctonos, al uso y estilo de cada pueblo.
En este punto es preciso hacer una aclaración: La censura familiar pretende prohibir este programa en todo el territorio del cuarto de estar, por considerarlo elemento de apología del Puertourraquismo en sí mismo. Por esa razón y porque no hay más televisores en la casa, hay que verlo a escondidas y en solitario, con la consiguiente frustración de la espectadora que se tiene que guardar los comentarios para sí, y que la llevan a escribir a modo de desahogo esta crónica o crítica o como se quiera catalogar.
Se supone que para protagonizar cada uno de los capítulos de esta serie , el realizador localiza las asociaciones de mujeres de los pueblos, que nada tienen que ver con los pueblos de antes, y ellas se convierten en protagonistas y eligen las recetas de sus tradiciones, así como los escenarios en los que van a ser elaboradas paso a paso, tal como ellas recuerdan que las hacían sus madres o sus abuelas. Arregladas con sus mejores galas, incluyendo coquetos delantales y recién salidas de la peluquería, cocinan delante de la cámara, indicando cómo se preparan los ingredientes que usan en sus recetas, sin escatimar explicaciones y detalles, después llega la hora de cocinarlos en el fuego de leña que hay en la chimenea y, con torpeza por la falta de costumbre, se pelean con las estrebedes agachadas de forma indecorosa o sentadas en sillas bajas que no les permiten ni cerrar las piernas, quemándose con el calor de la candela y manejando utensilios rudimentarios con torpeza, al final muestran orgullosas el plato, que en la mayoría de las ocasiones suelen ser sencillos y vulgares y sin más interés que el que les otorga la tradición y el cariño con que estas mujeres los hacen. Por eso aquella mujer de una comarca remota del sudeste interior de la península, bastante mayor, o así lo parecía, después de hacer una gran fuente de Gurullos con Conejo de aspecto inmejorable, con los gurullos amasados a mano uno por uno, le tocó hacer una sartenada de Migas de Harina encorvada sobre el fuego, quería dejar patente que en verano en aquellas tierras no se hacían migas, que eran comidas de invierno cuando no se sudaba al acercarse a la lumbre, disculpándose por las gotas que le cubrían la cara roja; levantó la sartén con mucho trabajo y la puso sobre la mesa y despidió el programa recomendando a los espectadores que hicieran las migas como las había hecho ella, que eran muy ricas.
La sintonía de despedida del programa comienza en tono muy bajo y como ruido de fondo se oye la voz de la mujer que dice: “¡Menúo coñazo!”, el director no ha ordenado que se suprima, él sabe perfectamente que esa exclamación es lo más auténtico de todo el capítulo.
Se supone que para protagonizar cada uno de los capítulos de esta serie , el realizador localiza las asociaciones de mujeres de los pueblos, que nada tienen que ver con los pueblos de antes, y ellas se convierten en protagonistas y eligen las recetas de sus tradiciones, así como los escenarios en los que van a ser elaboradas paso a paso, tal como ellas recuerdan que las hacían sus madres o sus abuelas. Arregladas con sus mejores galas, incluyendo coquetos delantales y recién salidas de la peluquería, cocinan delante de la cámara, indicando cómo se preparan los ingredientes que usan en sus recetas, sin escatimar explicaciones y detalles, después llega la hora de cocinarlos en el fuego de leña que hay en la chimenea y, con torpeza por la falta de costumbre, se pelean con las estrebedes agachadas de forma indecorosa o sentadas en sillas bajas que no les permiten ni cerrar las piernas, quemándose con el calor de la candela y manejando utensilios rudimentarios con torpeza, al final muestran orgullosas el plato, que en la mayoría de las ocasiones suelen ser sencillos y vulgares y sin más interés que el que les otorga la tradición y el cariño con que estas mujeres los hacen. Por eso aquella mujer de una comarca remota del sudeste interior de la península, bastante mayor, o así lo parecía, después de hacer una gran fuente de Gurullos con Conejo de aspecto inmejorable, con los gurullos amasados a mano uno por uno, le tocó hacer una sartenada de Migas de Harina encorvada sobre el fuego, quería dejar patente que en verano en aquellas tierras no se hacían migas, que eran comidas de invierno cuando no se sudaba al acercarse a la lumbre, disculpándose por las gotas que le cubrían la cara roja; levantó la sartén con mucho trabajo y la puso sobre la mesa y despidió el programa recomendando a los espectadores que hicieran las migas como las había hecho ella, que eran muy ricas.
La sintonía de despedida del programa comienza en tono muy bajo y como ruido de fondo se oye la voz de la mujer que dice: “¡Menúo coñazo!”, el director no ha ordenado que se suprima, él sabe perfectamente que esa exclamación es lo más auténtico de todo el capítulo.
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