Porque una persona muy
cercana me lo ha pedido, hoy me he acercado a las tapias del cementerio de
Granada, para comprobar si el nombre de su abuelo había sido incluido entre los
otros 4000 nombres que figuran en el monumento a las víctimas de la represión
franquista de la Guerra Civil.
Y si, allí estaba su nombre, con la fecha de
su asesinato y su edad. Todo eso está escrito en letras de hierro troqueladas,
un nombre detrás de otro en filas de diez o doce nombres, agrupadas en columnas
de tres en tres, para formar paneles que se suceden dando forma a una larga
valla junto al camino que bordea la tapia norte del cementerio de San José de
Granada.
Desgraciada tapia, donde
fueron fusiladas, más de 4000 personas,
sin juicio y sin culpa, cortando sus vidas por la mitad tras despojarlos de
bienes y haciendas, por los que se habían sublevado contra el gobierno
legalmente establecido. En Granada no hubo una guerra, simplemente hubo una
represión asesina, orquestada por una parte de la sociedad, resentida,
envidiosa y mezquina, que aprovechando la coyuntura nacional, ajustó sus
cuentas con sus vecinos más sobresalientes, cualquiera que se hubiera señalado cultural,
económica, social o humanitariamente, estorbaba para sus fines y fueron
privados de la vida, de sus bienes y hasta de su historia.
La sencillez del monumento
no le resta efectividad. Sí a mí que en mí familia no hubo ni asesinados ni
asesinos y no tengo allí a nadie, la impresión me ha alterado el pulso, me
imagino lo duro que será para las personas cuyas vidas han estado marcadas por
esa tragedia.
Por ellos, por la vida que
no vivieron, por el dolor de sus familias, por el miedo en el que crecieron,
por los nietos que no conocieron, por el olvido al que la sociedad los condenó,
intentaremos recuperar su historia para dignificar su memoria .
¡Qué menos!
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