domingo, 1 de diciembre de 2013

VERGÜENZA








Vergüenza

Vergüenza  debiera de darnos que vuelvan los tiempos de la “caridad”, vergüenza para todos y por todo.  Vergüenza es que la Justicia Social conseguida con sangre por los hombres y mujeres de los dos siglos anteriores esté siendo sustituida por la vieja caridad cristiana, tan manida y tan injusta. Ahora, bien instalado ya el siglo XXI, cuando la ciencia ha puesto al alcance de la mano de los seres humanos el mundo entero, volvemos a  las campañas de ayuda al pobre, a la  miseria de los programas  de la lástima y la humillación de los necesitados,  como aquellos  de la posguerra  de títulos grandilocuentes: “Ustedes son Formidables” o   “Ponga un Pobre en su mesa”, que solo de recordarlos se estremece el corazón.

Desgraciadamente la generosidad de la gente sencilla es fácil de estimular y con buena voluntad dan lo que pueden para ayudar a los que no tienen, noble gesto sin duda, pero inútil y  que surte los mismos efectos que   el recurso barato para callar conciencias de la gente ruin y egoísta, que con tal de seguir en su vida cómoda, no quiere ver que esa no es la solución.


Vergüenza debiera de darnos, a los que sabemos que esta crisis es una guerra desigual del poder financiero contra los derechos sociales consolidados. Una guerra en la que uno de los bandos ha sido abandonado por sus propios generales que, como viles traidores, no han dudado en pasarse al bando del enemigo.

Vergüenza, como la de este hombre de la fotografía de los años cuarenta del siglo pasado, que tapa la cara de su hija adolescente mientras pide  limosna en la puerta del lujoso restaurante   Lhardy de la Carrera de San Jerónimo de Madrid. Escena que nunca más debería repetirse.

Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial de Comercio, son solo algunos de los poderes financieros internacionales que encabezan esta diabólica cruzada, no olvidemos que detrás de ellos hay hombres con nombres y apellidos, ¿No nos da vergüenza de dejarlos vivir en paz?

¡Malditos sean, una y mil veces, malditos sean por siempre jamás!

3 comentarios:

  1. Mucha vergüenza, mucha. Pero hay demasiados sinvergüenzas.
    Muy bueno Coco

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  2. Reflexión a tener en cuenta: me gusta lo de los generales desertores, más cierto no puede ser.

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  3. Manolo García Baca.
    Coco me encanta tu texto, que vergüenza explotar las miserias de las familias con la que esta cayendo, hay que joderse, un beso, y sigue así.

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