LA GATA DE TRES COLORES
Los rayos de sol pasaban entre las hojas del nogal y formaban pequeños lunares de luz. Un gato pequeño jugaba a pillar las luces que se movían por la placeta de piedra cuando la brisa de la mañana mecía las ramas. La gata dormía con un ojo mientras que con el otro vigilaba a su cachorro. Cuando se cansó de verlo perder el tiempo persiguiendo la nada, se levantó despacio, se estiró y desapareció entre los arbustos del jardín. Volvió con una lagartija en la boca que depositó en el suelo mientras la sujetaba con una de sus patas delanteras, con la otra, de un zarpazo, le arrancó la cola.
El gatito se acercó a mirar con curiosidad y cuando estuvo suficientemente cerca, la madre soltó a la lagartija para que la cazara él solo. Misión fallida, la lagartija intentó huir; sin cola y conmocionada fue fácil para la gata madre impedir que escapara, y mientras la sujetaba de nuevo con su garra, con la otra pegaba un suave manotazo al gatito, a modo de maternal regañera. Esta misma escena se repitió algunas veces más, y cada vez que el pequeño fallaba, la madre le daba su tortazo. Muerte cruel para la lagartija, pero eficaz método de educación para el gatito.
Una buena madre la gata de tres colores, cumpliendo el papel que le ha tocado enseña a su hijo a buscarse el sustento necesario para vivir. Ella se busca el suyo y no piensa en nada más, no se preocupa demasiado porque no sabe que un día será vieja, perderá la agilidad y la fuerza que le sirven para cazar y morirá sola.
Con su hijo en brazos la mujer joven seguía la escena con atención, solidaria con la misión de la gata, ignoraba entonces la gran diferencia que,a pesar de su afinidad, aquellos dos procesos tenían entre sí. Tardaría muchos años en saber que la condición de madre la acompañaría hasta la muerte, que el bienestar de ese niño será su afán para siempre, aunque se haga adulto o viejo, mientras que los lazos que unen a la gata con su cachorro desaparecerán un día y uno y otra se convertirán en desconocidos. Le queda mucho por delante a la relación de la mujer con su hijo: enfermedades, colegios, caprichos, rebeldías, amores,desengaños, estudios y al final una independencia que nunca llegará a serlo. Y, con mucha suerte, llegará un día en que la rueda de la vida cambiará de sentido y ese niño que duerme en paz en los brazos de su madre, será el cobijo de la mujer que ya será vieja.
Por su parte la gata volvió a su vida de libertad e independencia y un día cuando los tiempos de la maternidad estaban muy lejanos y vivir la vida le costaba trabajo, se despertó una tarde de sus siesta bajo el nogal, y después de restregarse por las piernas de todos los que descansaban en las hamacas de la placeta, se encaminó hacia el seto que bordeaba la acequia y se introdujo por el hueco que siempre usaba para salir y entrar del jardín y ya nunca más se le volvió a ver.
Muchos años después, cuando el curso de la vida de la mujer también se va acabando, vuelve el recuerdo de la gata enseñando a su hijo a buscarse la vida, sin duda la pedagogía de la buena gata de tres colores trascendió más allá de su gatito, el ejemplo de aquella madre prendió en la mujer joven que mecía en sus brazos a su hijo en la placeta.