EL DÍA DE LOS MUERTOS
Seguramente esa sea la razón por la que no me molesta en absoluto que se hayan cambiado las velas y plegarias en recuerdo de los muertos, por los divertidos disfraces terroríficos y la algarabía infantil del “truco o trato” de la fiesta de Halloween ¿qué importa una cosa u otra si se trata de celebrar la llegada del otoño?
Teniendo en cuenta que son raras las tradiciones estadounidenses que no tienen raíces europeas, prefiero no considerar la asunción de esta nueva costumbre como una claudicación ante la invasión cultural yanqui. Esta es una celebración de origen celta que tiene más de tres mil años y como un boomerang ha ido de acá para allá, para volver corregida y aumentada y ahí está, ha venido para quedarse sin afán excluyente, quién quiera que celebre el día de los Santos y siga rezando a sus muertos y quién no, que se disfrace de bruja o demonio y corra por las calles llamando a las puertas, que a mi me da igual, yo no hago ni lo uno ni lo otro.
¡Por Manitú!
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