martes, 20 de febrero de 2018

SERVICIOS PÚBLICOS, SERVICIOS PAGADOS


Que no haya que pagar la factura por los servicios prestados  al salir del hospital, no quiere decir que la sanidad pública sea gratis, eso tiene que quedar bien claro.
La sanidad pública la pagamos todos a través de los impuestos, que en este país paga todo el mundo, por eso es pública. Está organizada la cosa de manera que, se quiera o no se quiera, se tenga o no se tenga, uno paga. Aunque solo se coma pan y agua y de noche se ilumine con una bombilla de de bajo consumo, ya se está pagando.   Porque el Impuesto del Valor Añadido, nuestro querido IVA, es como Dios, está en todas partes, cualquier cosa que se consuma  lleva esa carga del demonio a cuestas, y de él nadie se escapa, como de la muerte. Además del IVA  existe una  amplia gama de impuestos con la que los españoles mantienen al estado, destacando entre todos ellos el Impuesto de Rendimiento de las Personas Físicas, el IRPF tan popular entre las sufridas clases medias asalariadas, que manda cojones el nombrecito del impuesto, viene a decir más o menos, que hay que pagar por rendir, que no sabe uno qué es mejor si rendir o no rendir, total,  para mantener diecisiete estados chicos y un estado grande, con sus parlamentarios, ministros, consejeros, vice-consejeros, directores generales y etcétera de más….  Unos cuantos miles de cargos públicos cada uno cobrando y recortando, legislando y administrando, cada uno a sus bola, creando diferencias entre unos españoles y otros, que en lo único que están igualados es en pagar, pagar y pagar.
Estas cosas pienso estos días en la silla de una habitación de hospital donde cumplo turno de compañía a un familiar enfermo, y observo el funcionamiento de una sanidad  pública, de la que lo único que se salva es la profesionalidad y el buen hacer del personal sanitario, de mantenimiento y administrativo, porque lo que es el de los gestores y organizadores , ese , aún a riesgo de que me caiga el cielo sobre la cabeza, tengo que decir que es una mierda, pero una mierda del tamaño del hospital, a más grande el hospital, más grande la mierda.
Y no es nuevo el asunto, llevan muchos años, más de treinta, deteriorando el servicio público, o sea, haciéndolo mal, unos por incapacidad,  otros porque se lo llevan crudo y todos para favorecer el negocio de la sanidad privada, no engañan a nadie: “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”.
Muchas horas en una silla de hospital, vigilando a un enfermo grave,  dan para mucho; pensaba yo, por ejemplo como, poco a poco, se han ido relajando las estrictas normas de control de visitas, hasta que a fuerza de uso se ha convertido en habitual algo que hubiera sido impensable hace unos años. Aquella higiénica norma del horario de 16 a 20 horas y solamente dos personas en la habitación y nada de un acompañante por la noche, para eso había personal suficiente que vigilaba el sueño de los enfermos.  Usando la debilidad afectiva del momento familiar  se carga sobre ellos la responsabilidad de cuidar al enfermo, sin preparación, sin habilidad y en muchos casos sin fuerzas, solo con la voluntad del cariño. Lo que debería ser un acompañamiento familiar, se ha convertido en la sustitución del servicio auxiliar: Un buen ahorro de puestos de trabajo a costa de los familiares, no importa  que no sepan cómo manejar un cuerpo enfermo, que ellos estén enfermos también, que sean muy jóvenes o muy viejos, que tengan que ir a trabajar o que la persona no tenga familiares: el gestor de turno se pone la medalla del ahorro, que siempre es  a base de reducción de personal, con el coste social que eso trae a corto, medio y largo plazo, y no hace falta ni decir el perjuicio para el usuario, que al final somos o lo seremos todos.
Por eso es bueno recordar que los servicios públicos, son públicos, pero no gratis, que están más que bien pagados, y que ese dinero que todos pagamos lo administran unos pocos que, está claro que no lo están haciendo muy bien, así que tomando nota, que ya mismo hay elecciones.

1 comentario:

  1. Recuerdo que lo lei el año pasado, y lo suscribo totalmente, en cada una de tus palabras.

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