EL SINVERGÜENZA
Tengo el gusto de presentar a ustedes a un sinvergüenza. Está en la tapia del patio parado, esperando que salga Nono con las migas que prepara, para él y sus amigos, todos los días de invierno,cuando no hay granos ni frutas en los campos helados. Ahí se planta vigilando y cuando ve el montoncillo de comida fácil y gratis en el suelo, avisa a sus hermanos y juntos se lanzan como locos a picotear con ansia, de nada sirve que el cortador minucioso haya procurado que todas las porciones sean iguales, como haya alguna un poco más grande, el más bribón la pilla y se aparta a un lado para comérsela él solo, pero no le sirve de nada, inmediatamente se lanzan todos los demás contra él para quitársela, ignorantes de que la calidad del producto es la misma independientemente del tamaño que tenga la ración, se matan por ella. Durante todo el invierno los tenemos ahí durmiendo en las vigas de la pérgola y en las ramas de la bignonia y cagándose en nuestro suelo, supongo que es su forma de sentirse en familia: esta es mi casa, aquí como y aquí cago, lo más natural. Ahora con el buen tiempo, cuando los campos se llenan de nutritivas semillas y de ricas frutas, el sinvergüenza y sus hermanos se van a volar por ahí y no volverán hasta que haga frío, mucho frío, como gorriones que son.
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