sábado, 20 de mayo de 2017

OTRA HISTORIA DE UNA ESCALERA


Me ha pedido públicamente en Facebook mi amiga Marga que contara la historia de la escalera de la Real Cancillería de Granada y en dos o tres entregas le he dado mi forma particular a  esta anécdota que siempre ha corrido por ahí y alguna vez me han contado los historiadores. Transcribo aquí el diálogo que se ha producido en el transcurso de las entregas, porque ha sido divertido.

OTRA HISTORIA DE UNA ESCALERA
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              Fotografía de Marga Antón Morales

Como han pasado algunos años desde el suceso, os cuento este chisme del siglo XVI tratando de reproducir con la máxima fidelidad posible la historia que a mis oídos llegó sobre cómo se gestó la construcción de ésta monumental escalera. ¿Voy bien Marga Antón Morales?
La creación de la Real Chancillería de Granada fue ordenada por la reina Isabel la Católica tras lo conquista del Reino de Granada, empezó a funcionar en 1505 cuando concluyó el traslado de las competencias de la Real Chancillería de Ciudad Real, este nuevo órgano jurídico pasó a ser el único competente en todo el territorio al sur del río Tajo, dejando a la Real Chancillería de Valladolid  para los territorios del norte. La orden de la reina, en cuanto a la construcción del edificio no se llevó a cabo hasta 1531,  bajo el reinado de Carlos I, siendo terminado en 1582 cuando ya reinaba Felipe II, y desde entonces ha sido dedicado a la Administración de Justicia, siendo actualmente sede del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Con la culminación de la soberbia fachada de estilo manierista , se dieron por terminadas las obras quedando las dos plantas del edificio unidas por una escalera mediocre,  impropia de un edificio de tan extraordinaria factura.
Por aquellas fechas un descendiente de uno de los nobles que ayudaron a los Reyes Católicos en la conquista del reino, puede ser el Marqués de Láchar, y si no lo es que algún sabio de los que leen estas páginas venga y nos ilumine,(de forma más que oportuna mi amigo Miguel Angel Barrera apuntó que era el Marqués de Salar, gracias amigo) vino a hacer una visita a las tierras con que los reyes habían pagado por los servicios prestados a la corona a su abuelo,  y que él había heredado junto a un montón de prebendas más, como por ejemplo el privilegio de ser Caballero Tocado ante el Rey, o sea que no tenía que quitarse el sombrero el hombre en presencia del monarca, gran privilegio ese, sobre todo si lo usaba para tapar la calva , orejas de soplillo, los cuernos o algún que otro defectillo que tuviera.
Resulta que el señor noble aprovechó la visita a esta tierra para ver la Real Chancillería de cuya hermosura se hablaba por todo el reino, entró en el maravilloso primer patio de la planta baja, pasó al segundo patio donde estaba la cárcel, y subió por la pobre escalera hasta la planta superior donde se encuentran las salas donde se imparte justicia, empujó a una puerta imponente, de madera clara, labrada con emblemas, adornos y leyó inscripciones bellísimas, después asomó su cabeza tocada y entró sin decir buenos días ni quitarse el sombrero, lo que molestó muchísimo a mi tata-tata-tata-tatarabuelo que estaba allí tratando de juzgar a algún sinvergüenza que, sin duda, en aquella época también habría, o a lo mejor era inocente el pobre hombre ¡¡yo qué sé!!, la cuestión es que al señor juez le molestó mucho la interrupción y mucho más que el señor aquel no dijera ni buenos días y no se descubriera en señal de respeto, y muy  cabreado regañó al marqués por no quitarse el sombrero, a lo que éste contestó con el consabido “usted no sabe con quién está hablando”, que él no tenía por qué quitarse el sombrero ya que ostentaba el privilegio de ser Caballero Tocado ante el Rey y se reía de los juececillos pretenciosos y que se lo iba a contar al rey cuando llegara a Valladolid.
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Fotografía de Marga Antón Morales
Y así lo hizo, llegó a la Corte y se fue a ver a Felipe II, que no tenía otra cosa que hacer aquella tarde que gobernar su imperio, en el cual nunca se ponía el sol, y estaba muy ocupado estudiando como perderlo del todo. ¡Cómo para oír tonterías de sombreros que estaba el hombre! y encima  el marqués en su chulería se atrevió a decirle que la Real Chancillería era un edificio muy hermoso, pero que vaya mierda de escalera que tenía, y esto le tocó ya mucho los reales cojones a Don Felipe, y le dijo al marqués:
-Mira por donde tienes razón, no tienes que quitarte el sombrero ante mi porque tu privilegio te asiste, ostentas el titulo de Caballero Tocado ante el Rey, pero hay una cosa, aparte de Dios que está por encima del Rey,  y esa es la Justicia, y ante esa tienes que quitarte el sombrero, te guste o no te guste, y si la escalera es una mierda, ya puedes estar volviendo por dónde has venido y te presentas ante el Juez al que menospreciaste y le ofreces tus disculpas y además le dices que yo he ordenado que hagan una escalera digna del edificio que la vas a pagar tu, con tus dineritos. Y ahí está la asombrosa escalera para que Marga y yo  visitemos la Real Chancillería con Miguel Angel Barrera Maturana y la disfrutemos, nosotras y el resto de los seres humanos que tengan la suerte de llegar hasta Plaza Nueva.
¿Te vale Marga?
Para una mejor información podéis mirar en este enlace.
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