miércoles, 28 de abril de 2010

LA MESA DE CAMILLA









LA MESA DE CAMILLA
    


        Capital de provincia de la baja Andalucía. Plaza Principal: una reja que llega hasta el suelo de la calle, ventana con postigos de madera y visillos de hilo bordados con calados “Richelieu” y puntillas de ganchillo. Tres mujeres que se sientan en una mesa de camilla que está junto a la ventana y ven la calle a través de los encajes; ninguna cumplirá ya los cincuenta pero no pierden la esperanza, nunca fueron guapas aunque ya no importa, la edad redime a los feos, además son muy finas y saben comportarse en sociedad a las mil maravillas, harían feliz a cualquier marido amante del hogar. Educadas para servir al hombre, tuvieron ocasión de practicar cuidando de su padre que murió a los noventa años, cuando ellas ya eran casi viejas, hasta el final estuvo vigilando para que no se descarriara ninguna de las tres y pasaron su vida mirando por esa reja y pidiendo permiso hasta para comprarse unas medias.

        Solo una de las tres salió de casa para trabajar: el padre creyó que alguna debía hacerse cargo de los gastos cuando él faltara y a la que era más fea la colocó en una oficina cuando ya había cumplido los treinta y gracias a su inteligencia y a su eficacia había conseguido el puesto de secretaria del Secretario Provincial, que era como decir la persona que más influencia tenía sobre toda la oficina, porque en su despacho se administraban las vacaciones, los permisos, los traslados, las adscripciones a los distintos puestos y cualquier reparto que hubiera. Se llamaba Tere, Terita para sus compañeros, y era una referencia imprescindible para la convivencia del personal de la oficina.

        El mantel blanquísimo, la vajilla preciosa, el bizcocho de nata casero exquisito. Las jóvenes compañeras de la hermana trabajadora habían sido invitadas a merendar para que conocieran a su familia. Procedían de otras provincias y había que darles hospitalidad y calor de hogar, así de generosa es aquella gente. Y allí estaban las dos muchachas un poco cohibidas porque  imponían las hermanas de la compañera, con su aspecto de monjas teresianas sentadas en aquella habitación que podía ser de aquel siglo o del anterior, un cuarto de estar en el que se podía haber representado el “Sí de las niñas” perfectamente sin desmarcarse en el tiempo ninguno de los elementos decorativos.

        El tema de conversación que sirvió de detonante para la relajación del ambiente, fue el propio Secretario Provincial: las mayores, haciendo gala de un conocimiento exhaustivo del tema, se sintieron en la obligación de informar a las jóvenes de la trayectoria vital de aquel hombre, contaron que tenía una doble vida, que, además de trabajar en la oficina, era un hombre de la radio, que tenía un programa por la tarde especializado en música de jazz y flamenco, que contaba con  una larga lista de novias por toda la ciudad, que sus aventuras eran conocidas en toda la provincia e incluso en la provincia vecina y su capital. Las jóvenes asentían diciendo que ya les parecía a ellas que tenía mucho desparpajo, que había tenido que ser muy guapo cuando joven (para ellas era mayor porque rondaba los cuarenta). Y así fue transcurriendo la velada alrededor de la mesa de camilla, esmerándose en poner a las jóvenes en antecedentes de la vida y milagros de aquel hombre alto, atractivo y simpático, como si le estuvieran haciendo propaganda. Las muchachas insistían en  que era muy mayor para su punto de vista. Hasta que en un momento determinado, la mayor de las tres hermanas suspiró y, haciendo un gesto con la mano como si se sujetara la barbilla mientras bajaba la cara, que se le caía un poco hacia un lado, exclamó:

        -¡Sí, sí, vosotras lo veréis muy mayor, pero tiene que tener un "pedazo-de-boniato" que para nosotras lo quisiéramos!

        Las carcajadas de las jóvenes dieron pie a las hermanas para soltar un repertorio completo de barbaridades, cada cosa que se les ocurría era más borde que la anterior: las muchachas no paraban de reír con los disparates que decían las tres mayores, y eso parecía jalearlas porque de sus bocas salían todas las sinvergonzonerías habidas y por haber. Su padre debía de estar dando saltos en su tumba viendo el resultado de la estricta educación que él creía haberles dado. ¡Lo que habían aprendido detrás de aquellos visillos mientras el hombre creía que estaban rezando el rosario y qué tontos los hombres, que no habían sabido ver la simpatía y la magia de aquellas mujeres detrás de su aspecto de solteronas! Ellos se lo perdieron.
       

        Alguna de las que entonces era joven puede decir que pasó una de las tardes mas divertidas de su vida, y que por mucho tiempo que pase nunca las olvidará , ni a ellas  ni a su mesa de camilla.

   

13 comentarios:

  1. En este orden:
    1º.-Magnífico
    2º.-Conmovedor
    3º.-Alvarez Quinteriano
    Por todo ello, de lo mejor que te he leído, así que éste puede ser el comienzo de la Novela que nos está faltando.Ánimo y al toro.
    Un abrazo
    P.D. Osuna?, Arahal? Sanlúcar o Puerto de Santa María?

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  2. Me uno a los elogios de Ángel. Conmovedor, Coco. Felicidades

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  3. Qué bonito Coco, siempre me pasa lo mismo, empiezo a leer una líneas pensando en ver de qué va el cuento, y no puedo parar hasta que lo termino. Te mando un abrazo fuerte. ¿Cuándo el próximo?

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  4. La Andalucia profunda... que resulto menos profunda,
    Muy bien Coco, hazle caso a Angel

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  5. He leído que que tu texto, querida amiga (dos puntos), lo han calificado como de Alvarez Quintero. Yo lo calificaría en mi humilde opinión de Lorquianoquintero y Quiroga. Y estoy ansioso de que prosiga la novela "u" folletín. Te adoro Coco y adoro tu literatura. Gracias por darme en ocasiones el modo de irme a dormir con un pensamiento agradable. Besos

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  6. Precioso. Cada vez afinas más con la pluma y en esta historia el nivel lo has puesto muy alto.

    Un beso

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  7. Los cuentos de Coco siempre son increibles, te emocionan y te llegan hasta la médula o el tuétano. Los lees en el PC y te mantienes ansioso por mover el cursor y ver como siguen

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  8. y aún se ríe la joven cuando lo escribe.. y hasta sus niños al leerlo!! ajajj

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  9. Te vas superando en cada historia, y nos dejas con las ganas de leer la siguiente ya. Me encantan.
    Besos. Isabel.

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  10. Te voy a decir lo que me parece: nos lo cuentas con tanta gracia y acierto que a una le parece que está comiendo pastas y disfrutando de esa sala con la luz que dejan pasar los visillos y oyendo risas , risas de mujeres solas hablando a sus anchas de una de las cosas que más nos gusta hablar: de los hombres ( y su boniato). Gracias Coco. Me pasa como a Macu, empiezo a leer y no puedo parar. Maite

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  11. Me sumo a todo lo dicho anteriormente. Y eso, qué tontos los hombres que no habían sabido ver...
    9,6
    Un abrazo

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  12. Me encanta la vieja del boniato!!!!!!jajajaja está es una de mis historias favoritas mami!!!

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  13. Coco al leerlo me ha traído a la memoria la casa de una vecina, era prácticamente igual a la que describes en tu cuento sólo que esta vecina estaba casada, no tenía hijos, pero se pasaba el día detrás de esos visillos mirando la calle, el resto de la casa en penumbra. Para mí, una niña tan pequeña que todo el día estaba en la calle, era un gran misterio atravesar aquella puerta todos los días, pero lo hacia. Una vez dentro, en esta casa, no pasaba nada excepto yo que le alegraba el rato.
    Gracias es muy bonito.

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