lunes, 20 de noviembre de 2017

EL CENTRO

El ejercicio que yo puedo hacer se reduce a dar paseos y como voy sola los doy por la ciudad, no me apetece ir por el campo sola como un alma en pena. Me cuesta mucho trabajo arrancar, pero mi amigo Pablo, me aconsejó que saliera con una “misión” y eso hago, hoy he ido a la Gran Vía a llevar a mi hijo algo que ayer se olvidó en casa, y mañana iré a comprar hilo de collares o cualquier cosa que se me ocurra, mientras se me ocurran cosas así seguiré. El día que no tenga una misión clara, tendré que ir a comprar pasteles y echaré todo el trabajo a perder.

En la ruta de hoy he pasado por calles que en otro tiempo fueron habituales en mi vida: los alrededores de mi Perra Gorda y el Mercado de San Agustín. ¡Qué pena más grande en lo que han convertido el centro de la ciudad! Es cierto que sois muchos los que cada día denunciáis los disparates que hacen llenando las calles y plazas de mesas y sillas de restaurantes de baja calidad, la moda del "Low Cost" que está acabando con todo lo bueno, que no tendría que ser caro si no fuera por el amor al dinero fácil y rápido de los malos negociantes y los gobernantes que se lo permiten. Y no se conforman con cualquier sitio, no, eligen los lugares más emblemáticos: desayune o coma usted ante el marco incomparable de una plaza medieval, pero eso sí, cómase usted una buena mierda con ketchup y mostaza y a precio de Cordón Bleu, total usted es un turista insensible y sin paladar, ni olfato, ni gusto, ni tacto, pero con dinerito fresco. ¡Qué vergüenza y qué caro lo vamos a pagar!

Continúo con mi paseo de hoy que me ha servido para comprobar que entre unos y otros, y en pocos años, han conseguido convertir el centro de Granada en una ruina pestosa llena de tiendas de productos para turistas, que digo yo, que quién les habrá dicho a ellos que los recuerdos de Granada han de ser marroquíes. Aunque peor todavía son los "Suvenir" de corte andaluz, esos delantales de volantes con lunares como tortas Maritoñi, y esas castañuelas de plástico, no podría el Ayuntamiento o Cultura de la Junta o Turismo o a quién corresponda poner un servicio de asesoramiento para comerciantes donde se les informara sobre la cerámica, la taracea, los faroles, las joyas de filigrana de plata o lo que sea, o libros de verdad y no folletos de guardarropía.

Enfrente de la Capilla Real he visto una tienda que pretende vender productos históricos, replicas de las joyas de Isabel la Católica, que no son de oro ni de plata,  no sé con qué clase de hojalata están hechas pero mucho me temo que a más de una japonesa se le han tenido que poner las orejas como higos chumbos enfermos de cochinilla.

Los comercios de toda la vida no sé cuánto tiempo hará que han sido sustituidos por esas horribles tiendas de recuerdos, pero qué pena me ha dado no ver la Tienda del Afilador de Cuchillos o la de Lanas del Pie de la Torre, tan familiares y tan típicos.

Y esa calle San Jerónimo, antes llena de vida y olor a frutas y a especias, que hoy huele a rastrillo de viejo, los locales que no están abandonados y llenos de escombros están ocupados por negocios cochambrosos, que da miedo verlos, y más miedo da todavía comprobar que la única empresa que ha sobrevivido ¡Oh cielos qué horror! ha sido la Funeraria Del Moral, lo cual es natural, porque si algo se sabe en esta vida es que la muerte es uniforme y vende siempre, no depende de modas ni de mudanzas.
Igual voy a tener que replantear las rutas porque de tanto ver disparates los paseos terapéuticos van a tener los efectos contrarios.

sábado, 18 de noviembre de 2017

LANGOSTINOS AL COÑAC

LANGOSTINOS AL COÑAC
Receta de Nono

Fotografía de Jesús García Latorre

Ingredientes

1 kg. de langostinos 

250 gr. De jamón en tacos

Aceite de oliva virgen extra

Un vaso de los de vino de coñac

Sal


Utensilios

Sartén plana redonda tipo “paella”




Se cubre generosamente el fondo de la sartén con aceite de oliva y se rehogan los taquitos de jamón, no demasiado, lo suficiente para que dejen su sabor en el aceite.

Se pelan los langostinos dejándoles la cola y la cabeza y se colocan en la sartén formando una  corona, se procura dejar en el centro la mayor parte del jamón, para luego facilitar su servicio. 


Se deja la sal para más adelante porque si el jamón es muy salado no hará falta, pero si no es así se echa sal según guste.


Cuando empiece a freír se le añade el coñac y a fuego fuerte se dejan hacer hasta que los langostinos cambien de color ( cuidado que se hacen en pocos minutos y no deben pasarse) y aunque falte el color en las cabezas se apaga el fuego, porque con el calor residual terminan de hacerse.  Se mueve la sartén cogiéndola por las asas en movimientos de vaivén, para que se mezclen bien los sabores y se sirve caliente.

La salsa es buenísima y los langostinos como siempre, muy ricos.

Fotografía de Jesús García Latorre

jueves, 9 de noviembre de 2017

ACCIÓN DE GRACIAS



Las Tres Carabelas.
 Réplica que se encuentra en el Muelle del Tinto en Palos de la Frontera
Fotografía de 
A. González



ACCIÓN DE GRACIAS

Últimamente me preocupan cosas que no tienen remedio. Debe de ser porque estoy perdiendo el sentido de la responsabilidad. Después de llevar muchos años el peso del mundo a mis espaldas he llegado a ese estatus en el que espero que las cosas las vayan resolviendo otros.  Esta liberación me lleva a sorprenderme a mi misma pensando en cosas tan irresolubles como la dieta que seguían los habitantes de la Península antes de la vuelta de Colón con los productos de las tierras descubiertas en sus viajes.
 Teniendo en cuenta que de aquel mundo trajo aguacates, alubias, batatas, boniatos, cacao, calabaza, maíz, patatas, pavos, pimientos, piña, tabaco, tomates,  etcétera, etcétera y etcétera, es fácil concluir  que  nuestros antepasados no comían gazpacho, ni tortilla de patatas, ni papas a lo pobre con pimientos, ni chocolate, ni fabada, ni pisto, ni pavo, ni pollas en vinagre ¿se puede entender la vida sin comer esas cosas? Y por si eso era poco, no tenían ni el placer de fumarse un cigarro, costumbre tan denostada hoy día, pero que tan buenos ratos nos ha hecho pasar en otros tiempos.
Y ya, pensando en nuestros ancestros de aquí, y sin tener en cuenta los productos de ultramar, las gentes de nuestras tierras de Al-Ándalus ¡Que no comían ni jamón las criaturas! ¡Por el amor de Dios! ¿Eso era vida?
Otro día nos ocuparemos de lo que los valientes navegantes llevaron en dirección contraria, que no es cosa de despreciar, que allí no tenían vacas ni caballos ni aceite ni naranjas ni limones  ¡Y no tenían cerdos, oiga, cerdos no tenían!
Es extraño que en las Plegarias Litúrgicas de Acción de Gracias nadie haya incluido el agradecimiento más merecido:
 “Por Colón y sus cojones. Por Juan de la Cosa y su Santa María. Por Rodrigo de Triana y su ojo avizor. Por los Hermanos Pinzones y Todos sus Marineros:

¡Te damos gracias Señor!”



DE AMÉRICA A EUROPA

Batata
Cacahuete
Cacao-Chocolate
Calabaza

Fríjoles
Maderas Finas
Maiz
Oro
Patata
Pavo
Plata
Tabaco
Tomate
Yuca


DE EUROPA A AMÉRICA

Algodón
Cebada
Trigo
Caña de Azúcar 
Vid-Uvas
Plátano
Mango
Caballo
Vaca
Cerdo
Cabra
Oveja 
Arroz
Aceite de Oliva