Entre el público que venía a resolver asuntos a la Seguridad Social en los años setenta, era frecuente encontrar mujeres que no sabían leer y escribir. No ocurría lo mismo con los hombres, no porque hubieran ido a la escuela, que tampoco habían ido, sino porque en la "Mili" enseñaban a los que no sabían, seguramente era lo único bueno que sacaban del Servicio Militar. Normalmente, si había alguno que era analfabeto no lo declaraba, solían ser las mujeres las que se acercaban a nosotros para resolver los problemas, ellos, simplemente, se quedaban atrás.
No por ser frecuente, dejaba de ser doloroso ver a una mujer humillada ponerse en tus manos diciendo: "Señorita me da mucha vergüenza decirlo, pero es que yo no sé leer", eso lo decían cuando no había más remedio porque tenían que firmar o rellenar algún papel en nuestra presencia, antes habían recurrido a parientes y vecinos que le hacían el favor de cumplimentar los documentos, eso si tenían suerte, porque también había desaprensivos que les cobraban un dineral por hacerlo y que aprovechaban la coyuntura para complicar las cosas y conseguir más correspondencia y por tanto más negocio. A pesar de haber desarrollado suficientes habilidades para conducir situaciones difíciles a fuerza de atender a tanta gente con tantos problemas, nunca pude acostumbrarme a semejante injusticia: ¡qué tuviera que avergonzarse la víctima de ser víctima!, el mero hecho de que la mujer pidiera perdón por no saber firmar me producía un desasosiego que hasta me hacía tartamudear, a base de oficio encontré la frase exacta que expresaba lo que sentía y siempre les decía lo mismo: "No, señora, a usted no tiene que darle vergüenza , a los que nos tiene que dar vergüenza de haberlo permitido es a todos los demás", no sé si entendían lo que yo quería expresar, pero sentía que las tranquilizaba, y sobre todo agradecían que les escribiera lo que ellas no sabían, aunque para firmar no tuviera más remedio que sacar el tampón de tinta azul e invitarlas a firmar con el dedo, eso sí, procuraba que pasaran a mi mesa para que lo hicieran sin que las viera el resto del público que por allí rondaba. He de decir que la mayoría de mis compañeros actuaba de la misma forrma.
Afortunadamente, a partir de la creación del Instituto Nacional de Servicios Sociales, se pusieron en marcha múltiples planes de atención a los más desfavorecidos, entre los que estaban las personas mayores, se fundaron Hogares del Pensionista en todos los pueblos y en los barrios de las ciudades y en colaboración con los servicios sociales de los ayuntamientos, se impulsaron campañas de educación de adultos, creando Escuelas de Mayores donde muchas personas han podido cumplir su sueño de aprender, dejando atrás un complejo que les venía pesando toda la vida. Yo he conocido a muchas de ellas y me consta que eso les ha cambiado la vida. Entre todas, hay una que merece que yo escriba lo que ocurrió para que a partir de una confusión de términos y de unas risas consiguiera lo que quería, demostrando de paso ser una persona agradecida.
Se
presentó la mujer para solicitar una prestación y traía su formulario
cumplimentado y la documentación necesaria en regla, alguna persona le había
preparado los documentos y le había rellenado los cuestionarios, me dí cuenta
que lo había hecho con letra redonda y clara propia de una persona joven. Pero
faltaba una certificación que tenían que expedir en otra entidad, como traía
todo tan bien preparado pensé que se podría resolver el expediente con rapidez,
la oficina no estaba lejos y le recomendé que se acercara a por el papel que
faltaba. Pero en contra de lo esperado la mujer empezó a dar excusas para no
ir: "que era de un pueblo”,"que no le daba tiempo", "que
podía perder el autobús"... A veces,
las personas le dan a una cosa sencilla una dimensión exagerada y, generalmente,
la reacción obedece a algo que les preocupa,
porque para ellas es irresoluble. Como la vi tan nerviosa, quise ayudarla y llamé a la otra entidad para
intentar que mandaran el documento por correo, me dijeron que no había
inconveniente, pero que había que enviar un escrito de solicitud firmado por
ella. Le conté el resultado de mi gestión muy satisfecha, pensando que se pondría contenta, pero apareció el verdadero
problema, el de siempre, el que yo más odiaba: "Señorita es que yo no se
escribir". No me dio tiempo a decir nada, con cara de súplica me cogió las
manos y me dijo: "¡Señorita a ver si usted con sus “cortas luces” me lo
puede hacer!". Mientras le hacía el escrito que necesitaba, no podía contener la risa pensando en que la
pobre mujer me hacía la pelota al revés. Me preguntó que si me reía de ella y
le dije que no, que había dicho una frase que me había hecho gracia pero nada
más. Me contó la mujer que lo pasaba mal por no saber leer, que el resto de la
documentación se la había escrito su vecina que era joven. Aproveché la ocasión
para decirle que en su pueblo había una escuela para enseñar a leer a las
personas mayores, que se informara en el Hogar del Pensionista si le
interesaba.
Bastante
tiempo después, vino por la oficina la trabajadora social del pueblo de aquella mujer. Me buscó
y me dio un sobre que mandaba la señora para mi, contenía una tarjeta de esas
que se venden para los cumpleaños en la que había escrito con letra de
principiante una misiva que decía: "Para que sepa que he aprendido y para
darle las gracias”, y firmaba con su nombre y sus dos apellidos.
Preciosa historia, Coco. La pena de todo es que todavía nos debería dar vergüenza a la mayoría de nosotros por algunas cosas que aún le sucede a una minoría (cruzo los dedos ingenuo pensando que sólo es una minoría).
ResponderEliminarFer
Afortunadamente esta historia, antes tan común es excepcional ahora. Sin embargo existen colectivos desfavorecidos, como el de los ancianos y discapacitados, que interesan poco a los políticos y constituyen una verguenza para todos. Se han hecho mejoras en su atención sobre todo a nivel educativo, pero las ayudas que necesitan para tratamientos rehabilitadores, dentales etc... están aún muy lejos, se hacen más por medio de fundaciones, ONG y organizaciones religiosas, que por el Estado.
ResponderEliminarGracias Coco por recordarnos nuestras verguenzas
Me gusta, como siempre, lo que cuentas, pero sobre todo, cómo lo cuentas; en verdad estoy viéndote escribir la solicitud de la señora para la otra entidad y riéndote "algo por lo bajini", que no serían carcajadas, digo yo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus relatos, algún dia otra Morayma, lo cogerá para ponerlo en su blog.
Los que hemos estado en primera línea sabemos bien lo que es eso. Los tiempos cambian pero quedan muchas cosas por arreglar.
ResponderEliminarBesos
es que tenías que escribir un "anecdotario" de tus relaciones laborales...sería un éxito, la vida misma.
ResponderEliminarCoco, ¡lo que tú has vivido y trabajado! Cada día escribes mejor y tenemos hambre. Hay muchas personas como tú a pesar de la "mala hierba que camina." Título y final perfectos, con gracia, seriedad y compromiso.
ResponderEliminar"¡Que tuviera que avergonzarse la víctima de ser víctima!"
Mami, creo que éste es el que más me gusta (a parte del de mi Kiki, obviamente). Esa vergüenza de la que vosotros hablais(todos los que comentais y tú también, madre) es la que a mí me ha hecho elegir mi profesión. Me niego en rotundo a que a estas alturas, eso pase (porque sigue pasando y más de lo que nos creemos) y peor aún que la víctima sea la que pase la vergüenza y no el resto, "los que sabemos", y por eso, desde mis "cortas luces" intento poner mi granito de arena. Es algo parecido a lo que me pasa con El Vaticano, y sus altares de oro, y los niños que se mueren de hambre, pero bueno eso es otra canción.
ResponderEliminarBueno mamita, que me ha gustado mucho; y se me ha saltado la lagrimilla al imaginarme a la señora: comprando en la tienda la tarjeta, sentada en la mesa de su casa, con su tapete de croche, escribiendo con mucho cuidado, incluso mordiéndose la lengua (como los niños chicos cuando hacen algo que les cuesta mucho trabajo y lo quieren hacer bien); única y exclusivamente, para darte las gracias por darle, probablemente, el mejor regalo que nadie le haya podido dar.
Muy bien hecho y muy bien escrito monchita!
¡¡¡¡Esa es mi niña!!!!
ResponderEliminarCqt,, tu que sabes como ponte en marcha,,
ResponderEliminarMarimar, es un relato entrañable que habla de muchas cosas, de aquella sociedad y también de tí. Quiero darte la enhorabuena por tus "cortas luces", pero también por la hija y los amigos que tienes. Un beso. Maite
ResponderEliminarCoco, ¿qu´´e te parece lo que ha escrito tu niña? Feliz t´´u que la tienes. Dale mi enhorabuena.
ResponderEliminarDesde la perspectiva mexicana, con tantos miles de personas analfabetas ocultas bajo el exotismo de los pueblos indígenas, te cuento algo que me contó un sacerdote franciscano con quien platiqué en la península de Yucatán. Se trata de un hombre apacible y barbudo con el que me crucé un día que volvía de un paseo en bici. Me acerqué a saludarlo mientras él cerraba la cancela de rejas del monasterio, aprovechando el carácter abierto de la gente de esta tierra. Pero no, no era mexicano sino italiano y llevaba allí unos diez años trabajando en los pueblos indígenas e impartiendo la misa en maya. Aprovechaba, siempre que le era posible, para dar algunas clases a los niños y a los adultos de los pueblos, para enseñarles a leer y escribir de forma básica y en su trato con ellos, según me contaba, descubrió que cuanto más nivel educativo tenían, más rechazaban su propia lengua y cultura. Esto según me dijo, era consecuencia de los supuestos planes de alfabetización con los que el PRI se enseñoreaba de su talante revolucionario, y que en verdad consisten en poner como maestros a tipos que quizás tengan completa la secundaria con un poco de suerte, racistas y desconocedores de la cultura indígena con la que tienen contacto. El resultado, según me decía el franciscano, era que la conservación y el respeto de la tradición iba de la mano del abandono institucional y el olvido en que vivían ciertos pueblos.
ResponderEliminarEs maravillosa la humanidad que sale siempre de tus palabras, Coco. Muy bien escrito,
besos
Macu.
¡Esa también es mi niña¡
ResponderEliminarVaya éxito. Esta sensible y magnífico como tu. Seguro que ropezo la Sra. con alguna o alguno de los estupendos maestros de educación de adultos que han abierto un mundo nuevo a tantas personas fundamentalmente mujeres que no pudieron ir a la escuela. Enhorabuena
ResponderEliminarEste es un comentario de Alberto Granados. Gracias.
ResponderEliminarLos que hemos conseguido un nivel más o menos normal ni sospechamos hasta dónde se extieenden las diferencias. Tú lo cuentas de tu trabajo. Yo puedo hablar de la enseñanza: muchas personas que han llegado a un nivel cultural razonable ni pueden sospechar la inmensa fuerza de la ignorancia, de la torpeza, de la indiferencia ante la cultura y el saber. Jodido mundo, Coco. Bien jodido. Un abrazo y a seguir con las perragordeces. AG en