Que no haya
que pagar la factura por los servicios prestados al salir del hospital, no quiere decir que la
sanidad pública sea gratis, eso tiene que quedar bien claro.
La
sanidad pública la pagamos todos a través de los impuestos, que en este país
paga todo el mundo, por eso es pública. Está organizada la cosa de manera que,
se quiera o no se quiera, se tenga o no se tenga, uno paga. Aunque solo se coma
pan y agua y de noche se ilumine con una bombilla de de bajo consumo, ya se está
pagando. Porque el Impuesto del Valor Añadido, nuestro
querido IVA, es como Dios, está en todas partes, cualquier cosa que se
consuma lleva esa carga del demonio a
cuestas, y de él nadie se escapa, como de la muerte. Además del IVA existe una
amplia gama de impuestos con la que los españoles mantienen al estado,
destacando entre todos ellos el Impuesto de Rendimiento de las Personas
Físicas, el IRPF tan popular entre las sufridas clases medias asalariadas, que
manda cojones el nombrecito del impuesto, viene a decir más o menos, que hay
que pagar por rendir, que no sabe uno qué es mejor si rendir o no rendir,
total, para mantener diecisiete estados
chicos y un estado grande, con sus parlamentarios, ministros, consejeros,
vice-consejeros, directores generales y etcétera de más…. Unos cuantos miles de cargos públicos cada
uno cobrando y recortando, legislando y administrando, cada uno a sus bola,
creando diferencias entre unos españoles y otros, que en lo único que están
igualados es en pagar, pagar y pagar.
Estas
cosas pienso estos días en la silla de una habitación de hospital donde cumplo
turno de compañía a un familiar enfermo, y observo el funcionamiento de una
sanidad pública, de la que lo único que
se salva es la profesionalidad y el buen hacer del personal sanitario, de
mantenimiento y administrativo, porque lo que es el de los gestores y
organizadores , ese , aún a riesgo de que me caiga el cielo sobre la cabeza,
tengo que decir que es una mierda, pero una mierda del tamaño del hospital, a más
grande el hospital, más grande la mierda.
Y
no es nuevo el asunto, llevan muchos años, más de treinta, deteriorando el
servicio público, o sea, haciéndolo mal, unos por incapacidad, otros porque se lo llevan crudo y todos para
favorecer el negocio de la sanidad privada, no engañan a nadie: “ni quito ni
pongo rey, pero ayudo a mi señor”.
Muchas
horas en una silla de hospital, vigilando a un enfermo grave, dan para mucho; pensaba yo, por ejemplo como,
poco a poco, se han ido relajando las estrictas normas de control de visitas,
hasta que a fuerza de uso se ha convertido en habitual algo que hubiera sido
impensable hace unos años. Aquella higiénica norma del horario de 16 a 20 horas
y solamente dos personas en la habitación y nada de un acompañante por la noche,
para eso había personal suficiente que vigilaba el sueño de los enfermos. Usando la debilidad afectiva del momento
familiar se carga sobre ellos la
responsabilidad de cuidar al enfermo, sin preparación, sin habilidad y en
muchos casos sin fuerzas, solo con la voluntad del cariño. Lo que debería ser
un acompañamiento familiar, se ha convertido en la sustitución del servicio
auxiliar: Un buen ahorro de puestos de trabajo a costa de los familiares, no
importa que no sepan cómo manejar un
cuerpo enfermo, que ellos estén enfermos también, que sean muy jóvenes o muy
viejos, que tengan que ir a trabajar o que la persona no tenga familiares: el
gestor de turno se pone la medalla del ahorro, que siempre es a base de reducción de personal, con el coste
social que eso trae a corto, medio y largo plazo, y no hace falta ni decir el
perjuicio para el usuario, que al final somos o lo seremos todos.
Por
eso es bueno recordar que los servicios públicos, son públicos, pero no gratis,
que están más que bien pagados, y que ese dinero que todos pagamos lo administran
unos pocos que, está claro que no lo están haciendo muy bien, así que tomando
nota, que ya mismo hay elecciones.
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